6 de agosto de 2010

La Búsqueda Eterna (primera parte)

Crónica Laboral

Una vez más, estamos de vuelta. En esta ocasión, quiero compartir con ustedes un poco de mis vivencias en un área que, sin importar la edad, condición social o experiencia que tengamos, resulta difícil: la búsqueda de trabajo.

No existe algo que se ni remotamente se parezca al trabajo perfecto (bueno, sólo esto), pero siempre hay oportunidades para el que las sepa buscar y el que sabe hacer negocios te vende hasta lo que traes puesto.

Sin embargo, en mi profesión en un poco complicado, porque a simple vista se reducen las opciones y en este país esas opciones no son muy placenteras. Para el que no lo sabía, soy músico y llevo bastantes años en el negocio. No he encontrado todavía el trabajo de mis sueños, aunque no temo decir que amo mi profesión.

Cuando me enfrenté por primera vez a la necesidad de chambear (aunque no fue mi primer trabajo), me encontré con el dilema de que no había muchas opciones para un muchachito que no sabe hacer mucho (nah, la verdad es que sí sabía, pero no sabía que sabía) y todavía está estudiando el bachillerato. De pronto, me llegó la propuesta de agregarme a un grupo en el que ya participaban algunos de mis amigos, lo cual lo pintaba como totalmente genial (suena mejor en inglés: “totally awesome”). Así que me lancé a la aventura de tocar nada más ni nada menos que en una orquesta de salsa (de la que seguro nadie ha escuchado). El panorama era genial: tocar hasta altas horas de la noche, todo el tiempo estar en bares y fiestas, tener dinero “pa’ los chicles”, conocer gente nueva. Pero la realidad era otra: tenía que trabajar hasta tardísimo y levantarme para llegar a clases a las 7 de la madrugada; llegamos a tocar en cantinas rascuachas 8de cuyos nombres no quiero acordarme, pero aún así me acuerdo) y fiestas horribles en las que terminamos siendo hasta chambelanes; el salario era espantoso; prácticamente cada noche nos tocaba un borrachín que quería cantar o tocar alguno de los instrumentos o ligarse a la cantante o echarnos bronca o algo por el estilo.

No les voy a mentir, me la pasaba bien, pero definitivamente hay mejores cosas con las cuales ganarse la vida. Tuvimos muy buenas experiencias que en alguna otra ocasión relataré.

Trabajando con ese grupo, apareció en el horizonte la oportunidad de cambiar de ambiente y laborar en una librería, pero no cualquier librería, no. Se trataba de una librería esotérica (así como lo leen).

Nuevamente, el panorama pintaba bastante bien, en especial para un adolescente humanista bien entrado en las ondas alternativas y hippiosonas con las que el ambiente suele acompañarse. Y nuevamente estaba yo equivocado. Resultó ser un hervidero de lo que Umberto Eco tuvo a bien llamar “los diabólicos”, que pasan a ser personajes pertenecientes a todo tipo de sociedades, grupos, sectas, cultos, religiones (o como gusten y quieran llamarlos en estos días) que pueden existir. Créanme cuando les digo que si pueden imaginarlo es que ya existe.

Además, el dinero tampoco llegaba al término “suficiente” (aunque era más de lo que cobraba con el grupo). Por encima de todo esto, estaban las pésimas condiciones laborales, que abarcaban compañeros y/o jefes negligentes, baños sin agua por más de un año, horas extra sin paga y olvídate de cualquier tipo de prestaciones, ni siquiera las que supuestamente son de ley, como IMSS o vacaciones.

Sin embargo, viví muy buenas experiencias (también las contaré en otro post), entre las que cuento conocer a una de mis más queridas amigas y convivir con monjes tibetanos auténticos (no acepte imitaciones).

Ese romance acabó en desastre, con demanda y juzgado y todo el asunto [nuevamente, se los platicaré después (spoiler alert: gané)].

También tuve una temporada, que ahora que hago memoria fue durante mi época de salsero, en la que yo y mi mejor amigo/compañero de casa nos dedicamos al bello arte callejero de cantar en los camiones. Él tocaba la guitarra, yo la flauta transversal y las claves y ambos cantábamos a lo largo del trayecto Cuemanco-Tacubaya del periférico y un tramo de la carretera Picacho-Ajusco.

La verdad, ese era bastante más agradable que los otros trabajos y ganábamos muy bien. Si le pones empeño, sí puedes vivir tranquilamente de eso.

No obstante, tiene también sus contras. No es precisamente un trabajo al que le podíamos dedicar el tiempo que se requiere para ver buenas ganancias, porque teníamos la escuela y nuestros respectivos grupos musicales a los que no podíamos dejar de lado. Además, hay veces en las que uno se baja del camión con 50 centavos o menos y resulta muy frustrante, porque no es fácil, han de saber ustedes, tocar y cantar en un autobús en movimiento (vaya que se mueven) y atascado de gente (vaya que se atascan) durante varias horas, sobre todo cuando sabes que lo estás haciendo bien.

Por ahora, los dejo con esto, porque si no se va a convertir en un post bastante largo. But worry not! Porque muy muy pronto les tendré las segunda y tercera partes de esta Crónica, que incluyen mis trabajos después de la librería y algunos consejos prácticos para todos los que han emprendido (o están por hacerlo) la Búsqueda Eterna.

Además, me he encontrado con alguien que me impulsa a escribirle más seguido a la voz de “a ver cuándo posteas ¿no?” y la verdad, se lo agradezco.

Así que no se despeguen de sus monitores, iphones o blackberries, porque ya viene La Búsqueda Eterna (segunda parte).